martes, 7 de diciembre de 2010

CEDO ANTE TI

CEDO ANTE TI

Cedo ante ti, ya no puedo seguir huyendo. De nada sirvieron enmascarar las palabras, engañar a los sueños, disfrazar los sentimientos de fortaleza y razón para no tener que atender a los dictados que mi alma grita como verdadero.
No soy yo estas manos que escriben, no soy yo, este cuerpo que danza y respira, no, no soy yo, ésta que habla por mi boca y esconde lo que siente.
No soy este cuerpo, no soy esa mujer morena de sonrisa franca y mirada eterna. Esa no es más que la chaqueta que cubre mi esencia.
¡No me mires con tus ojos! ¡No me toques con tu cuerpo!  Que ellos no podrán verme. Me cansé de esconderme detrás de esta piel para no tener que enfrentarme a lo que bulle ahí dentro, para no tener que poner nombre a los sentimientos. 
Cedo ante ti, ya no puedo seguir huyendo. Los matices siniestros del destino reivindican su lugar en esta historia, destruyen sin piedad los amagos indulgentes de este llorar profundo que no comprende mi cuerpo, pero que sin embargo presiente. La razón no entiende los esquemas sintetizados de mi alma, no entiende las lágrimas privativas de estos ojos que no quieren ver más allá de este sentimiento que me alza tan alto que puedo tocar las estrellas.  Cuando has hurgado en el alma, el cuerpo pierde su valor, sólo es un estuche de alegres colores que guardan a esta mujer llena de sueños e ilusiones. A esta mujer que engulle libros y vomita las palabras que en su interior se encierran.
Cedo ante ti, ya no pongo más cadenas. Dame tu mano, apresa fuerte la mía, que no pueda volver a escapar, que no quiero seguir corriendo detrás del viento, que sé que nunca lograré alcanzarlo pero que en mi sueños mas profundos apreso.
Llévame lejos, que la tez de su silencio vuelva a mirarme a la cara, que quiero verlo, que sus ojos me pueden, que sus labios me incitan a mezclarme con mi alma y a no sucumbir a los deseos de mi cuerpo.
Llévame lejos, que las pasiones devoran el alma y hasta el sueño. Que quiero desterrar los falsos sentimientos, que se han apoderado de mi corazón y de mi cuerpo. Pero yo no soy esa, yo deshojo margaritas y vivo buscando lunas. Camino a pasos silenciosos entre la maleza para no despertar a las fieras, para no tener que tirarles de las orejas.  Pero a veces, aunque no quiera, ellos me miran, me observan, elevan sus voces, sus gritos de guerra. Entonces yo me giro, me enfrento a ellos, desarmo sus verdades sólo con mis silencios. No es más fuerte quien más grita, ni más humilde quien más calla. La mezcla perfecta vive en los frascos trasparentes de las almas eternas, esos que no esconden lo que sienten, que se enfrentan a sus fantasmas, a sus hadas y a sus duendes. Aquellos que encontraron su verdad entre los escombros de sus miserias.
Que no sirvo para columpiarme en falsas estrellas, yo trenzo el aire, y subo a mezclarme con ellas. Que yo vivo entre dos mundos, éste,  sensato y cuerdo, y aquel  en el que las almas hablan entre ellas, se reconocen y hacen pactos sin dueños. Que lo terrenal no me interesa,  ni las conversaciones vanas y ni las sonrisas superfluas. Porque cuando río, río de verdad, porque tus palabras la desencadenan. No sé hablar por hablar, simplemente para llenar de voces el espacio vacío del tiempo.
Cedo ante ti, me fallaron las fuerzas. De nada sirvieron el roce de otras manos, ni los besos de otra boca. Ni engañar lo sentido, ni obligar a sentirlo.
No, de nada sirvió el tiempo transcurrido, ni el olor de una rosa, ni la música celestial en mis oídos. Que sólo sé amar a corazón abierto, con desgarro, con sentimiento. Que no sé ocultar los sentimientos, ni callar, gritar, o suplicar por un beso.
No soy aquello que quieres ver, deja de engañar a tus ojos sedientos. Soy calmada y tímida en apariencia, pero dentro de mí se halla una mujer que se oculta entre las luces, que pasa desapercibida ante la mirada miope de las apariencias, que reconoce el aroma, que cierra los ojos para sentir, para distinguir a las almas encerradas en falsos cuerpos, estos que huyen de sus esencias, que se camuflan entre las sombras, para no enfrentarse a sus miedos. Porque yo no entiendo de sutilezas, ni de carantoñas, ni de camuflar las palabras para que no ofendan.  Que siempre digo lo que siento, no quiero silenciar lo que mi alma me grita sin freno. Que soy libre detrás de este cuerpo, no soy tuya, no soy de nadie, mi alma ama a corazón abierto.
Así que cedo ante ti, no combato más en esta guerra, me retiro, me marcho muy lejos.
Búscame en mis poemas, en mis versos, en estas estrofas. Me sumerjo en ellas y danzo un baile perpetuo. Así que me voy a descansar, a beberme a sorbo este veneno, que me limpie por dentro y escupa con ganas las voces zafias y las palabras sin argumento. Que soy lo que soy, el odio no entra dentro de mis lamentos. Si me dañas, me doy la vuelta, me giro, desaparezco.  No sólo daña aquel que grita, que los silencios penetran lento, sin pedir permiso entre las grietas de tu templanza, desmoronándola, sumiéndola en la tristeza, en la apatía, en la añoranza. Que no entiendo de mentiras, ni de los escurridizos sentimientos que aparecen hoy y se esconden al alba.
Que cuando amo, amo de verdad, sin posesiones, sin rencores, ni historias vacuas. Sólo sé amar sin medida, sin control, sin pedir nada a cambio. Que el amor no es un chantajear de formas, ni de intereses, ni de un comedido control de sentimientos. Que amar es sólo amar, no entiende de fronteras ni de distancias. El tiempo no hace el olvido, sólo camufla la añoranza.
Cedo ante ti, me desnudo, me despojo de mis murallas.
Devuélveme mis alas, que andar a ras del suelo araña mis sandalias. Me cansé de esconder mi alma inquieta, de despertar miradas, de levantar cabezas. Ya no escondo lo que soy, medio humana, medio eterna. A veces rasgo mis heridas, abriéndolas en canal para que sangren, adentrándome en los abismos, en los infiernos, en las mil dudas. Destrozando puertas, anegando estancias, zarandeándome para que emerja.  Y otras soy remanso calmo de aguas, donde navegan todos los sabios sentimientos. Entonces no juzgo tus acciones, las palpo, las entiendo, las perdono. Te lanzo en cada pensamiento amor, para que crezcas, para que aprendas, para que rechaces lo superfluo y te adentres en el manantial que circula por tu centro.
Cedo ante ti, las letras me llaman en silencio, me piden que las mire, que me lance mar adentro, entre sus párrafos, sus estrofas, su armonía perfecta de fragmentos.
He dejado de huir, comprendí que no puedes escapar de tus sentimientos, ni de tu camino invisiblemente marcado, ni de la esencia que llevas dentro.
Cedo ante ti, ya no me opongo al sentimiento, simplemente me marcho, sonriendo, feliz de haber saboreado la medida perfecta de dos cuerpos, feliz de haber pactado nuestro encuentro.

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