martes, 19 de abril de 2011

ME ACOPLO A TU BOLSILLO

Desdobla la punta de tus dedos y muéstrame tus cicatrices, desnuda al llanto y sumérgete en las aguas turbulentas de tus miedos. Deshoja una a una tus tempestades y descúbrete entre los títeres de este teatro.

Deja que se inunden las tabernas de tu cuerpo, que arrase entre lodo y fango las aristas que te arañan a cada gesto. Deja que se mueran las flores putrefactas y acuna los brotes de nuevas madrugadas.

Trábate a mi mano y subamos al cielo, que quiero mostrarte los colores desde las cumbres más altas. Pero no cierre los ojos, no anudes los momentos a mañana, saborea despacio el suelo que pisas, ten cuidado de no aplastar las hojas nuevas que te saludan a tu paso. Que tus lágrimas las riegue dando un nuevo brillo a tu camino, ese que se levanta cada día para que no olvides tu designio, para que entre malabares y cabriolas despiertes a las caricias de la vida.

Deja que te acompañe, hazme un hueco en tu bolsillo, sé que hay sitio para dos en ese lugar donde te hallas escondido. Déjame que roce tus bordes con espinas, déjame transitar tus avenidas, esas donde siempre hace frío, donde las manos del vecino nunca entran, donde el hielo sepulta el fuego incandescente de ese corazón que pide estar desnudo. Que suplica entre gritos que desates los grilletes, que lo liberes de las redes de la nostalgia y la tristeza. Que está cansado de esa soledad que amputa las miradas bañadas de cariño.

Hazme un hueco en tus zapatos, caben dos si permites que me acople a la piel de tu letargo. Me fundiré para saborear la belleza de tu estirpe, la grandeza de esas manos que se mueven muy despacio. Poco a poco me deshago entre tus nichos y siento la yema de tus dedos recorriendo cada pliegue de este sentir profundo entre los llantos del destino. Siento el río que circula dentro de tus entrañas anegando todas las voces que claman al viento que estás vivo. Porque dentro de este ser, se debate entre la vida y la muerte, un niño que aprendió a no hacer ruido, que construyó trincheras y las llenó de armamentos, esos que utiliza cada vez que mi mano roza tus latidos. Esos que eclosionan a mi paso, cuanto más me acerco a centro de tu base, a la mazmorra de tus sentimientos, a la prisión de tus abrazos.

Estoy aquí, no me marcharé por más que insistas en que no hay tesoro dentro de la cueva donde escondes las heridas de tus naufragios. Estoy aquí, a tu lado, desordenando sin hacer ruido las balas con las que me destruyes a diario.

Que tus labios sólo muestran las sombras de tu boca, las tinieblas opulentas de ese castillo ocultado entre murallas, donde los fantasmas danzan a sus anchas, y las sabanas blancas espantan las miradas obtusas de aquellos que no pueden ver lo que se esconde detrás de unas manos que te aplastan.

Que tus ojos claman tu verdad, son espejos transparentes donde fluye el manantial de tu sustento, donde vuelan tus heridas a su antojo, donde no hay cabida para la aguja que zurza tus fisuras, que limpie con agua y sal las grietas de ese dolor que devora tu cordura, que tapona tu sangre para ocultar la  hemorragia que inunda los tabiques de tu casa, que oculta las manchas sin limpiar de ese mantel que cubre tus peripecias fallidas, tus labios sin hablar.

Desdobla la punta de tus dedos, muestra tus heridas, esas que no te dejan caminar, yo estoy contigo, me acoplo a tu bolsillo, toma mi mano y comencemos a volar.
                                          







                                                                                                          HILAVE abril 2011

No hay comentarios:

Publicar un comentario