Descubrió el origen de esos labios que se enmudecen ante el soplo del viento, despedazó entre llantos los entresijos de un pasado nublado de carencias. Ahogó las falsas creencias, las ideas remilgadas asidas a su carne cargada de culpa, de miradas obtusas que nunca vieron más allá de la piel que cubría su esencia. Asesinó entre gritos su silencio y alzó la voz para no volver a callarla. Descuartizo sus miedos, su vergüenza y abrió su pecho para mostrarse ante el mundo. Se cansó de adormecer en el umbral de la elipsis, de permanecer en el crepúsculo para no oír su llanto.
Camina segura sin volver la vista atrás, nada quedó de aquella guerra. Se depusieron las armas y se ahogaron entre lamentos los años vividos. Las huellas se van borrando por el mar de su sollozo. Son los recuerdos sin alma de una vida enclaustrada entre paredes de hielo. Una existencia manipulada por las manos de aquellos que vetaron su vida.
Su cuerpo diminuto pide clemencia, pide ser rescatado de ese lugar a donde se marchó para escapar de su suicidio. Aúlla en las noches de luna llena para recordar que sigue ahí, jugueteando entre sus muñecas para seguir viva dentro de ese confinamiento. Sus labios susurran canciones de amor, anudando momentos para que no se evaporen entre las lágrimas.
Ahora se miran de frente, se observan y se abrazan. Se funden en una, sellando con esta unión la tregua dentro de esas derrocadas murallas.
La paz anega la estancia, la concordia friega la sangre derramada, los años de luto, y de armonía sesgada. Ahora puede mostrar su dolor, su agonía frustrada, sus años de lucha, su moral mancillada.
Camina con la cabeza alta, desnuda sin pudores en el alma, ella es pura de casta, de raza, que nadie calle su verdad, que nadie doblegue su alma.
HILAVE Abril 2011
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