martes, 3 de enero de 2012




LOS COLORES DE LA AUSENCIA


Tengo enredada entre las caracolas de mis cabellos el olor de tus adentros. Menea el aire la brisa y todos los aromas me llevan hacia ti. Tengo un manantial guardado en el filo de esa franja roja que nunca debí traspasar, pero… es que me puede mi curiosidad.

 
Nunca aprendí a detenerme ante las líneas invisibles, ni a girarme cuando el olfato desprende su miedo, ni a comprobar la temperatura del agua antes de zambullirme, ni a callar lo que siento cuando me quema en el pecho. Me mueve mi instinto aunque las fibras de tus huesos nunca encuentren mi esqueleto y jamás consigas domar los aludes infernales que devoran tu esencia.

Te comprendo, yo también asesiné al cielo que lloraba y al mar que alborotaba mis pensamientos. También dibujé madrugadas vestidas de viejas vivencias y me embadurné de ellas para no sentirme desnuda. También me abracé fuerte al dolor que todo lo riega, y llené de recuerdo los vacíos que me sepultaban. Si, sé bien de lo que hablas.

Te comprendo, pero todo pasa. El rescoldo también se apaga y un nuevo fuego prende la llama. Ven y muestra tus alas desgastadas y doloridas allí donde nadie puede juzgarlas, allí donde la cordura perdió su sitio y sólo las acciones desmesuradas tienen cabida. Déjame pasear mis pulgares por la piel que evita el roce, por los labios que muerden la mano, por la curvatura de tu cintura y el miembro que erecto se alza incapaz de soportar la lengua que lame la carne.  

Déjate saciarte de mí, no hay temblor capaz de ahogarse entre los dedos que recorren las llagas, ni recuerdo que viva mil años entre los brazos del deseo aullado. Déjame tus heridas que las coseré con nuevos hilos que despierten tu calma. Dame tus noches eternas que yo las vestiré de sábanas blancas cubiertas de eneldos.

Ven y desnuda tus latidos que ya no quieren pararse. Que bullen entre los pliegues de tus pupilas desgastadas cansadas de tanto silencio. Déjame verter mi olor entre las rendijas de tus murallas, que ellos cierran puertas, matan fantasmas, sellan recuerdos, abren portadas.

Roza la piel de mi entrepierna que supuran sabores nuevos. Bebe el néctar que todo lo puede y emborráchate de él hasta que mi olor se impregne en tu esencia. Déjame beber la sangre que te envenena por dentro y deja que circule la ambrosía que sana tu alma.

Tracemos un mapa nuevo con la fantasía del deseo. Sellemos la tregua con lenguas de fuego y labios de seda, saciando la sed con el agua que nace en el lecho, abandonándonos a ese paradigma secreto que nace en la piel, crece en el pecho y muere en un solo cuerpo.

Hartémonos juntos y olvidemos los colores de las ausencias, acallando las tenues voces de nuestros pensamientos. Que no hay mayor mentira que aquella que inventamos para no vivir.

                                                                                                        Hilave enero 2012

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