DESNUDANDO A LA PRINCESA DESTRONADA
Yo también atravesé atajos de sueños, rastreando ese halo de luz que me cegaba
Cuando fingía ser yo, pero no estaba
Ya busqué el resplandor en las penumbras intactas, entre la oscuridad silenciosa que siempre me acunaba
Ya agonicé en mil fuegos y batallas y sucumbí a los destellos de falsas esmeraldas
Nací y morí, escrutando imposibles, rebuscando el hueco incandescente de una llama
Ya fui lobo sediento de la sangre de algún alma y resumí las guirnaldas del viento en collares de esperanza
Si, morí, entre los brazos de la nada, en el discurso huero de palabras
Pero, resurgí en las cenizas de esa ave que volaba, Susurrando sueño, pernoctando en el nido caliente de montañas. Ascendí peldaños, vomité recuerdos y extirpé el tumor maligno del deseo que cegaba.
Planté posiciones en el campo de lagañas, derrumbando esquemas, desnudando a la princesa destronada.
Nunca supe destramar los enigmas de ese cielo que rompía barricadas, que dibujaba lazos invisibles entre las almas grandes y te invitaba a bucear entre las rocas desgastadas del camino que te ataba.
Pero desvestí las sombras y cubrí los latidos cóncavos del cuadrado que me aprisionaba. Pasee sin ritmo galopado en los senderos del suculento futuro imaginado y frené mis pasos y detuve el caminar sediento en las hileras de ese minúsculo epigrama que escribía letras y borraba palabras.
Alcé la voz entre los escondites de esa niña asustada, abriendo grietas, rompiendo los retales de ese sino que guiñaba a la luna y me empujaba por caminos en línea, por senderos sin trampas.
Y ahora, me descubro en la impugna de este mundo que juzgaba mis jugadas, que doblaba las esquinas de mis sombras, que donaba madrugadas.
Juego sin cartas en la manga, pero siempre gano, porque camino por senderos en blanco, sin escudos ni murallas. Escribo cada día el latir perpetuo de un corazón que ama, que se desliza lentamente con una sonrisa en la mirada, porque sabe lo que quiere, porque nadie ya la calla, porque el giro inesperado del destino despertó a esa niña que lloraba. Y ahora deshago las puntas del encaje de bolillos, me peino la melena y camino de puntillas por las calles suculentas de las ganas.
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