viernes, 8 de octubre de 2010

¿DÓNDE DEJÉ MIS ZAPATOS?


Paseo lentamente por el callejón de mi destino, apreso entre mis manos mi equipaje y avanzo con paso firme. Miro hacia atrás y lloran mis ojos, abrazo mi maleta de recuerdos intentando detener el tiempo, pero ya se ha ido. Camino dejando en la trastienda mi sonrisa empachada de nostalgia y miro hacia adelante. A lo lejos puedo verlo, me está esperando engalanado de esperanzas y sueños, pero yo no puedo correr a su encuentro.
Giro mi cabeza en un intento de aferrarme a esa última mirada, pero tú miras hacia el suelo. No me sueltes, te pido, no permitas que me vaya…
Prosigo agachando la cabeza, sé que es mi momento, es hora de huir de tus palabras, aquellas que enamoraron a mi cuerpo, él me espera.
Y ahí me encuentro yo, parada entre dos mundos sutiles, sin saber si quiero volver hacia atrás e incapaz de salir corriendo hacia adelante y abrazarle tiernamente como él se merece.
Desde aquí puedo contemplar el arquear de sus labios, sonríe mientras yo intento comprender que estúpida razón me detiene.
¡No mires hacia atrás! Me digo. Sigue tu camino, ya has dado el primer paso.
Distingo mis pies descalzos pisando sin acierto entre las piedras de esta avenida que esta vez no he emprendido en solitario. ¿Dónde dejé mis zapatos?
Me duelen los pies y no reconozco el sabor amargo de este naufragio.
Transcurren mis pensamientos por heladas avenidas mientras mis ojos contemplan la calidez de sus halagos.
Puedo verlo, esta vez puedo verlo…Pero ¡está tan lejos! No consigo alcanzarlo.
¿Cuánto tiempo llevo caminando con mis pies descalzos? ¿Cuánto tiempo he perdido en curar las heridas que me he infringido a diario?
No lo sé, y a decir verdad, no recuerdo si alguna vez tuve zapatos…
Todo debería ser más sencillo, pero soy complicada ¿Qué voy a hacerle?
Nunca he caminado como todo el mundo, aunque siempre han intentado encauzar mi vida por travesías estrechas, adiestrándome en la miopía y en las correctas apariencias.
Ya desde pequeña ataban mis zapatos con dos vueltas para que no deambulara entre su realidad palpada y mi solapada ceguera.
Nunca comprendieron que no había soga que me atara a la tierra, aprendí a volar sin alas y a descalzar mis pies de esas cuerdas que lo apresan.
¡He surcado tantos mares intentando encontrar la verdad de las esencias! deshilvanando los hilos con los que cosieron mis alas, cuando al fin se dieron cuenta, de que nunca podrían detener mis sueños, ni vetar lo que me correspondía sin tapujos ni reservas.
¡He perdido tanto tiempo en encontrar mi vuelo! ¡En desarmar lo ya armado tantas veces para comenzar de cero!
Y estoy cansada, aunque ahora que lo pienso, tal vez sea el dolor de mis pies lo que me hace caminar tan lento.
¿Dónde dejé mis zapatos?
¿Por qué preferí andar descalza que adaptarme a camuflar mis pensamientos?
No sé cuanto tiempo llevo caminando arañando el interior de mi sustento, no sé cuanto tiempo he soportado el dolor que llevo dentro.
Aprendí a circular sin calzados, sólo así podía ignorar su juego, ese que hacía llevarme por callejones concurridos donde no había cabida para los proyectos de mi cuerpo.
Me deslizaba de puntillas para que nadie percibiera mi movimiento, siempre en la sombra, oculta debajo del aletear del viento.
Taparon mi verdad con las mantas del silencio, ocultándome sin piedad en los barrotes de mi cuerpo. Callada sin hablar, permanecí en el anonimato más intenso, intentando disimular la tempestad que se desataba por dentro.
Silenciaron mi verdad, me callaron por un tiempo, me adapte sin rechistar a ese mundo insulso llamado “lo políticamente correcto”
No me protegí los pies, porque volaba muy lejos de todo aquello, elevé mis alas tan arriba que ignoraba que la vida se lidiaba en el suelo.
Olvide el dolor de las palabras, esas que simplemente se dicen por despecho, enterrando las pasiones del amor, el odio y el descontento.
Pero mientras todos paseaban su dogma por los confines del reglamento, yo me debatía entre vivir muriendo o morir por vivir mis sueños.
Y un día como cualquier otro, me miré al espejo, absorta y sin palabras, intentaba reconocer el disfraz que envolvía mi cuerpo.
¿Quién era esa mujer que simulaba mi yo verdadero? ¿Qué hacía ella usurpando mi puesto? Y no hubo respuestas sólo hubo silencios…
Un silencio tan profundo que caló hasta el manantial de mis huesos, derrumbando sin pudores todos los impedimentos del cuerpo.
Y… nací para vivir de nuevo, para ser yo, sin mascaras ni falsos intentos. Era libre para sentir, después de haber ahorcado mis sentimientos.
Y ahora no puedo callar, ya nada ahoga mis lamentos, no oculto lo que amo ni escondo lo que siento. Vivo para sentir, para experimentar la grandeza de estar viviendo, en este mundo lleno de guerras, de hipocresías y maravillosas revueltas.
Amo lo imperfecto, lo impuro hasta lo indecente. Ya no pongo travas a mis impulsos ni juzgo los actos que no entran en mis modosos pensamientos.
Tus palabras me hicieron libre, podías amarme tal como era. Podía ser yo, yo, sin envolturas externas. Nació una mujer que amaba la libertad, la libertad de poder ser como quisiera, ya no hay reglas marcadas, ni falsos esquemas.
Me descubro en cada palabra, en cada risa, en cada gesto…
No sé lo que soy, pero si sé lo que no quiero.
Doy porque me gusta dar, es así como siento.
No tengo nada, solo tengo mi voz, mis palabras y mis pensamientos.  Pero siempre me hallarás desnuda y llena de argumentos.
Desarmo tus verdades, abro la puerta de tus silencios, vivo sin prejuicios y sin  maldades, aquí no hay malos ni buenos. Te azuzo para que despiertes, intimes con la vida, y no tengas miedo al dolor que te acecha. Espabila, sal de tu letargo, que la vida es de quien se arriesga. Siempre me pondré en tu lugar, aunque no encuentre respuestas. Respetaré lo que eres y si no me gustas me daré la vuelta. Sólo pido sinceridad, humildad y nobleza… por mucho que lo quieras enmascarar siempre veré más allá de tu fingida apariencia.
Ya amé de verdad, sentí el amor con toda su magnificencia, capaz de morir por ti y dejarlo todo por estar a tu vera.
Ya sentí el dolor, grité, lloré, estuve en la cumbre y bajé a los infiernos… pero viví, sentí, me rozó la vida y hasta pelee con ella…
Pero es hora de partir de esta estación, él me espera sin travas ni cadenas. Aunque es difícil decir adiós a ese amor que te abrió la reja. Pero sé que no puedo postergarlo más, ahora sonríen mis labios cuando su boca se acerca, cuando hablan sus palabras y cuando espero impaciente verlo aparecer entre la niebla.
Así que no miro para atrás, camino adelante con la vista serena, con lágrimas en los ojos, pero alegría en mis venas.
Ha llegado sin avisar, yo que no tenía impaciencia, nada tenía ya que esperar, hace tiempo que el pasado cerró la puerta.
Seguía anclada en tus palabras, en ese tiempo que te ame sin tregua, esperando sin esperar que algún día tu volvieras. Pero llegó él sellando todas mis quimeras, dándome alas para volar y fuerzas para desatarme de tus cadenas.
Ahora sólo sé que quiero sus labios besar y probar la miel de su colmena, no sé si será real o sólo el sueño de una princesa.
Pero ha llenado mi vida de ilusiones y guerra, vuelvo a estar viva, vuelvo a pensar, que el amor no es dolor, sino el placer de soñar despierta.
Contemplo mis pies, calzo zapatos, ya he aprendido a proteger mis pies cuando camino pisando el suelo, ya no necesito volar, me gusta lo mundano.
Ahora ya no ando de puntillas, piso fuerte, y hago sonar mis caderas a cada paso.
Miro hacia atrás, tú aún observas, no sé si mi caminar o alguna otra damisela.
¿A qué esperas? grita mi alma ¿por qué no corres en busca de tu felicidad?
¡No ves que te espera al final de la calle!
Levanto mi cabeza y ando serena, avanzando lentamente entre la avenida que me espera, de pronto miro hacia delante, lo veo de pie, sé que me observa, me hace grande, me hace eterna… Y me pregunto ¿A qué esperas?
Cojo carrerilla y echo a correr, dejando atrás todas mis penas, el pasado que tanto amé y que me encadenó a una contienda.
Vivo el presente que está en él, en cada llamada, en cada palabra escrita y en cada encuentro. Permitiéndole entrar en mi vida sin pasado ni recuerdos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario