lunes, 4 de octubre de 2010

FUI PROSTITUTA Y NO ME AVERGUENZO DE CONTÁRTELO

Mi nombre es María y fui prostituta.
Hoy he decidido contarte a través de la mano de esta escritora, lo que pensaba,  como sentía y lo que ahora soy.
He aquí mi historia.
Todo empezó hace algunos años cuando después de una noche de locura llegué a la conclusión de que era prostituta y me sentía muy orgullosa de ejercer esa profesión.
Podría decirte que tengo dos hijos, que todo lo hice por ellos, pero no sería verdad. Todo lo que hice, lo hice por mí, por lo que yo necesitaba y quería.
Si mi raciocinio estuviera intacto, posiblemente no tendría la valentía de contarte todo lo que aquí voy a relatarte, simplemente te sonreiría, me sonreirías y seríamos tan felices. Pero aquí no vengo a sonreír, quiero desnudar mi alma porque mi cuerpo ya lo he desvestido demasiadas veces.
Quiero que sepas de viva voz, que tengo sucia la boca, sucias mis manos y sucio mi sexo. Aunque también puedo susurrarte al oído que tengo limpia mi alma, porque ella nunca ha pecado. Ella iba buscando como tantas otras su lugar en el mundo, haciendo lo que hiciera falta para conseguirlo. Y si para ello, debía vender mi cuerpo al diablo, pues adelante, no sería más que uno de tantos otros a los que les habría cedido un trocito de mi carne.
Hoy, después de muchas vueltas,  llego a la conclusión, de que vendí mi cuerpo al diablo muchas veces a cambio de un futuro mejor,  y ese futuro mejor nunca llegó.
 Quiero contarte la primera vez que me prostituí, siendo esto la antesala de lo que me depararía la vida por muchos años.
 Era joven, muy joven. Pensaba que el mundo era el lugar perfecto para experimentar todo aquello que mi fría cabeza imaginaba. Todo estaba permitido para mí, todo, no te escandalices, absolutamente todo.
 No pienses que mi escenario era siempre una discoteca, no te confundas.
Era prostituta, pero de las que pasan desapercibidas ante las miradas de quien desconoce este oficio.  Mi cliente podía ser  el jefe de una gran empresa, el camarero de un bar, el dependiente de un centro comercial, un auxiliar de banca; en definitiva, cualquier colectivo que tuviera un rabo entre las piernas.
 Mi trabajo como todo buen comercial, sólo consistía en captarlos, hablar con ellos, seducirlos y posteriormente llevarlo a mi terreno de forma sutil.
 Mi primer cliente fue el panadero que trabajaba en la esquina de mi calle. Un hombre maduro muy atractivo y casado con una gruesa señora, enfadada con el mundo. Estuve varios días tirándole el anzuelo hasta que un día, en su ignorancia picó.
Fue una mañana calurosa, un gran escote y una sonrisa picarona… eso era suficiente. Con este tipo de hombres era fácil, años después lo descubriría.
Él miraba mis frutos prohibidos, estratégicamente enseñados. Y con un movimiento de pelo, una mirada burlona, todo  muy perspicazmente ingeniado, tendí mis redes y le dije:
- ¿Haces algo esta noche? ¿Te apetece que salgamos juntos cuando termines tu jornada?
La pregunta le cogió fuera de juego, esa era mi intención, sin tiempo para pensar.
Y lo único que pudo hacer fue responder con un: si, claro, luego nos vemos.
Había hecho bien mi trabajo, aunque no había sido difícil, lo reconozco.
 Cuando llegó la hora del cierre de su negocio, yo lo estaba esperando en la puerta engalanada con mi mejor traje para atraer a la presa hacia la trampa.
Subimos en mi coche y nos marchamos hacia un lugar donde nuestra presencia pasara desapercibida. Él no paraba de propinarme piropos y mi sucia boca infame y mentirosa le seguía el juego.
 Esa noche fue sencillo. Éste era un hombre con poca sustancia en su cabeza y grandes proporciones en su entrepierna. Por lo que no voy a detenerme mucho en este punto.
Simplemente comentarte que cenamos, tomamos una copa en un disco Pub y seguidamente follamos en un hotel cercano, donde mis sucias manos acariciaron un cuerpo que aborrecía y mi sucio sexo fingió sentir un amor que realmente no existía.
Por la mañana cuando desperté, él había pagado mis servicios depositándolo en la mesilla de noche y se había marchado.
 Y esto, fue el preludio, de tantas otras veces, que los hombres se volvían vampiros de noche intentando saciar su sed conmigo, y a la mañana siguiente, o desaparecían,  o caminaban a mi lado como grandes desconocidos, cuando horas antes, mi brazo había rodeado al suyo cómplices del momento. Pero bueno, era consciente de que ése, era parte del pacto. Una noche loca de pasión por recibir un pago por mis servicios. No había ni compromisos, ni falsas mentiras, ni falsa esperanzas.
 Después del panadero vino un relojero, un comerciante, un alto directivo y hasta un barrendero. Todos al igual que mi primera conquista, fueron seducidos y posteriormente llevados a mi terreno. Descubrí que era fácil engañar a los hombres, tan sólo era revelar cuales eran sus necesidades y debilidades, y jugar, a dejarse conquistar por ellos.
 Pero, como siempre pasa en la vida, un buen día conoces a alguien que descuadra tu mundo. Todo aquello que tenías pensado y calculado se te escapa de las manos. Todo lo que creías conocer de los hombres era falso o en este caso, no te servía.
 Creo que te gustará conocer esta historia, porque con ella descubrí el porqué era prostituta y cómo decidí dejar de serlo.
 Su nombre es Ángel, lo conocí una tarde en una librería, mientras él ojeaba un libro de Eduardo Punset. Cuando lo vi, supe que sería mi siguiente conquista.
Como siempre, emplee mis artimañas para captar su atención, dejé caer un libro justo al pasar por su lado, y él, como buen caballero, se agachó a recogerlo. Eso nunca fallaba.
A partir de mi primera jugada, comenzamos a hablar de libros, de la vida, y entonces, pasé a la segunda jugada, invitarle a tomar algo. Pero para mi desconcierto el se negó.
Esto era algo que no entraba en mis cálculos y me encontré, que la que estaba fuera de juego, era yo. Entonces con mi mente rápida, planee la tercera jugada, hacerme con su número de teléfono, a lo que él accedió. Por lo que no estaba todo perdido, aún podía seguir lanzando el anzuelo y tal vez, alguna vez, él engancharía la carnada, y entonces lo atraparía.
 Efectivamente así sucedió. Eché la caña al mar varias veces hasta que una de ellas él mordió el anzuelo y quedamos para cenar. Ahí descubrí que al contrario de mi primera conquista,  su cabeza estaba llena, aunque aún no sabía el tamaño de su entrepierna. Y no lo descubriría hasta varias citas más tarde
 Y así llegó, la cita definitiva, aquella en la que debería pagar por mis servicios.
Para ello quedamos en un bello restaurante en el centro de la ciudad. Pasamos una velada magnifica, nuestra conversación siempre era fluida y amena. Con cada copa, él se desinhibía un poco más y yo iba ganando la batalla.
 Del restaurante pasamos a una discoteca, donde las luces de neón, nos acompañaron toda la velada. Copa tras copa, su lengua se fue soltando, mis manos acercando, y mi boca hasta ahora sucia, descubrió, que por primera vez deseaba besar esos labios.
 Habíamos pasado de ser dos desconocidos a dos amigos de toda la vida. Paseamos por la ciudad cogidos del brazo, mientras nuestras sonrisas retumbaban en las calles desiertas y mis tacones al caminar  sonaban como tambores de guerra.
 En uno de esos acalorados momentos, él se detuvo en seco y besó mis labios. Primero, un beso efímero, después un beso dulce. Para finalmente terminar por un beso apasionado.
 ¿Quién seduce a quién? ¿Quién desea hacer el amor? ¿Quién ha caído en las redes? ¿Yo, o él?  Pensé no muy segura de la respuesta.
 Caminamos hacia un hotel, subimos despacio hacia la habitación, y una vez estuvimos dentro, él me abrazó acariciando mi espalda lentamente debajo de mi blusa, hasta que sus manos expertas dejaron mis pechos al descubierto.
 Nunca había hecho el amor, lo reconozco. Había follado muchas veces. Todas a cambio de mis honorarios. Era virgen y él no sabría reconocerlo.
 Cuando sus labios me besaron, sentí un escalofrío inusual que recorrió mi cuerpo. Mi boca sucia pronunciaba palabras impensables en mi persona. Y esta vez nacían de mi corazón.
 Mi cuerpo temblaba de miedo, quería que sus manos lo recorrieran palmo a palmo, despacio, para poder retener esa sensación por mucho tiempo. Sus ojos hablaron un lenguaje desconocido, la ternura llenaba la habitación, la cama, mi cuerpo y mi alma.
 Pasaron minutos hasta que me percaté que su miembro era directamente proporcional al tamaño de su inteligencia. Pero eso para mí ya no importaba.
 Me hallaba sumida en un trance profundo, eso era hacer el amor, y habían pasado muchos años hasta poder  apreciar la diferencia.
 Cuando mi mano se posó en su espada, noté la dureza del acero en toda su magnitud. Nunca había sentido nada parecido simplemente por sentir su arma en posición de atacar.
¡Y dios mío, como atacaba!
 La lucha fue terrible, porque no había tregua, no había descanso. Descubrí que era capaz de morir varias veces con la misma arma. Si, morir hasta subir al cielo y volver a resucitar  para volver a morir con más fuerza.
 Si, descubrí lo que era hacer el amor y…aún no había cobrado nada por ello.
 Pero, rápidamente la mañana llegó y atrás quedó la pasión, el frenesí y la locura. Y cuando desperté, él aún estaba a mi lado,  y aunque sabía que cuando alcanzáramos la calle él no actuaría como todos mis otros clientes. Era yo, la que no quería que fuera como siempre.
 No quería cobrar nada por ese acto de amor, sincero y sentido en las tripas.
 Porque siempre había cobrado por mis servicios, de una u otra manera.
Había muchas formas de pagar y yo me la conocía todas. Desde la primera vez que cobré con una nota en la mesilla de noche que decía: el polvo ha sido maravilloso, de mi amigo el panadero. Seguido por  unas palabras de cariño: eres maravillosa y estupenda, de aquel joyero de la esquina 25. Hasta la promesa de boda y claro está sentencia de divorcio, del auxiliar de banca que me atendía en la entidad bancaria cada mañana.
 Había prestado mis servicios a cambio de cualquier muestra de cariño independientemente de mis sentimientos hacia ellos.  Era mi necesidad y la cubría de ese modo.
 Pero esta vez, era diferente.
Había descubierto que vendía mi cuerpo a cambio de palabras, sólo palabras, dichas al aire o escritas en un papel. Algo que a la mañana siguiente me hacía sentir, sola, vacía y sucia, asquerosamente sucia. Porque yo, no sentía nada.
 Había descubierto otra forma de sentir, otra forma de mirar y hasta de oír.  No quería cobrar nada, me había enseñado algo que aún no conocía, la capacidad de amar sin pedir nada a cambio. La capacidad de sentir una caricia, un beso y una mirada.
 No, lo tenía claro, esta vez no quería cobrar nada.
 Así que me levanté de la cama, me vestí rápidamente antes que él se despertara, y desaparecí.  Con mi bolsillo vacío y mi corazón lleno.
 Caminé despacio por las calles aún desiertas, con la certeza de que jamás volvería a vender mi cuerpo. En ese momento fui consciente de que, había mentido, manipulado y engañado por conseguir unas muestras de afectos…
 ¿Y lo que sentía mi corazón, dónde lo había dejado?
 Pero eso, se ha acabado, mi fiel lector.
La mujer que hoy se desnuda ante ti, ha descubierto la grandeza de su alma, esa que sólo unos privilegiados pueden ver, esa que se esconde tras el cristal cada mañana a la espera de que alguien la vea en aquel anonimato tan profundo.
 Esta es mi historia,
Y  tal y como la sentí te la he contado. Fui prostituta,  y no me avergüenzo de decírtelo. Tuve que tocar el cielo para darme cuenta que me hallaba en el infierno. 

Unos venden su cuerpo, y otros su alma, y no siempre es a cambio de dinero


                                                                                                            Hilave Marzo 2010

2 comentarios:

  1. Hola.
    Esta es una historia que me a enganchado desde su título. He leído con interés, ya que en ella quería descubrir que hay en la cabeza de una prostituta. Mi historia podría ser la tu caballero fácilmente, ya que viví una muy parecida excepto en lo posterior; nuestra historia continuó de distinta manera; no se si la tuya terminó donde cuentas o por donde prosiguió, eso es lo de menos, pero siempre he tenido demasiadas preguntas sin responder. Al final rompimos ya que ninguno de los dos se comportó honestamente, pero llegué a sentir y aún sigo sintiendo algo por aquella mujer, en el fondo sigo queriéndola, ya que en este caso, creo que de habernos conocido antes de que la necesidad la llevase a prostituirse, nuestras vidas hubiesen sido distintas. Muchos o la mayoría pensará que soy un iluso y que como en tu historia realmente soy otro de esos que describes.Esa es la duda que sigue atormentándome.

    ResponderEliminar